Cuando el Colegio “Sánchez y Cifuentes” fue fundado, lo único que se hizo fue dar el primer paso. Pero de allí a que de veras sea lo que se esperaba que fuese había mucho por hacer.

Y fueron los primeros alumnos los que empezaron con aquella ardua labor de llevar adelante la idea y lo hicieron  de la mejor manera que pudieron, con sus manos, con un deseo que se convertía en fuerza de lucha contra los obstáculos.

La labor enfebrecida por el amor a un ideal necesitaba de alguien, para sentirse consolado, animado, protegido y es así que nace ese amor tan singular y profundo como lo es el de su hijo para una madre, la Madre Dolorosa, que al decir su nombre lo hacían buscando en ella el calor maternal.

Así pasaron algunas generaciones que, poco a poco, fueron construyendo su hogar y, cuando era necesario, sabían defenderlo junto con su nombre.

Todo esto hizo que en el Colegio se cree ese sentido de familiaridad que los unía cada vez más como verdaderos hermanos y que este sentimiento no acabará con el último año de Colegio, sino que perdurara con un extraño éxtasis.

Ese es el Sanchismo, ese sentirse hermanos y como hermanos luchar por su Colegio y si este decrece tratar de ayudarlo, no mirar al Colegio como se mira a un lugar al que se va simplemente a sacar un título sino incluirnos en ese torbellino, no tratar de apartanos unos a otros, más bien unirnos para que así el Sanchismo no sea solamente una palabra.

Por: Edmundo de la Puente – Revista Mensaje (1977)