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FORMADORES DE LA JUVENTUD SANCHISTA

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PERSONAJES DE NUESTRO QUERIDO COLEGIO

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Recuerdo de tiempos colegiales

Transcurría la década de los años 1950, la ciudad de Ibarra siempre apacible y tranquila, con sus no mas de veinte y cinco a treinta mil habitantes, recorriendo sus parques y calzadas, en el día o en la noche, por sus cuatro puntos cardinales, sin temores y sin miedos; la blanca urbe de ese entonces, se extendía por el hermoso valle, abarcando un perímetro de ancho y largo que apenas se aproximaba al kilómetro cuadrado.

En ese entorno, la calle Colón comenzaba en la calle Bolívar y recorriendo hacia el oriente sin cortarse, utilizando el término sin «boca calles» terminaba en la calle Montalo.

Asimismo, la calle Sucre en su ruta hacia el sur, llegaba a su fin,  uniéndose con la calle Colón en la esquina; desde allí íbamos caminando hasta el colegio, atravesando por un estrecho callejón  tal vez empedrado, o de tierra, sin salidas, sin aceras, sin calles transversales,  algún pequeño inmueble y a sus costados rodeados por tapiales que guardaban propiedades agrícolas. Antes de llegar a nuestro establecimiento, a veces nos deteníamos a observar la construcción de la que hoy es la Basílica de la Madre Dolorosa, en ese tiempo, levantando sus muros perimetrales y paredes sin llegar a  tumbados y techos,  ni a la construcción de sus dos empinadas torres, que hoy se elevan orgullosas cual custodias del sagrado templo, sirviendo como sus fachadas.

El Colegio estaba terminado en sus construcciones, había la capilla, aulas escolares,  salones de estudios, biblioteca, gimnasio y áreas para la administración, pero, aún faltaba mucho por hacer. Por ejemplo, el patio principal  era aún de tierra y la cancha de basket ball para compromisos deportivos, era delineada utilizando líneas hechas con cal.

La práctica de futbol y otras actividades similares, la  realizábamos en un terreno baldío rodeado por tapias que unían la Basílica de la Dolorosa en plena construcción, con el colegio. Con el transcurso del tiempo ese terreno pasó a manos del Municipio de la ciudad y en el fue construido el colorido parque  denominado «Vicente Ponce» nombre que a no dudarlo, honra la memoria de ese virtuoso  sacerdote que tomó a su cargo la construcción del templo solamente apoyado con limosnas y  dádivas de sus feligreses.

El alumnado del colegio Sánchez y Cifuentes en ese entonces, no llegaba a los 250 estudiantes, es decir, se podría afirmar que nos conocíamos todos. Para optar por el ingreso al colegio teníamos que dar pruebas establecidas y comprometernos a respetar los reglamentos internos impuestos por el plantel.

Era de carácter obligatorio asistir todos los días a la  santa misa, celebrada en la capilla por el sacerdote capellán del establecimiento, así como concurrir a la eucaristía  todos los domingos a  las ocho de la mañana, debidamente uniformados.

El Dr. Ernesto Flores rector del colegio en ese entonces, atendiendo una petición de todo el alumnado, gestionó ante la Curia Diocesana de Ibarra, la adquisición de los terrenos que colindaban con el establecimiento y que pertenecían a la familia Perez Paez, quienes les utilizaban como fincas agrícolas; solicitud que llegó a feliz término, luego de los trámites legales y la» toma de posesión»  allí se construyó el actual estadio, canchas de voley,  y posteriormente el coliseo que limita actualmente con la calle Rocafuerte.

Por: Licdo. Ronald Mosqera,
Exalumno.

Sin lugar a dudas fue un acierto de las autoridades la incorporación del Teniente (R) Carlos Barahona Mera, quien se unió al cuerpo docente del plantel con el nombramiento de «Inspector general». Se trataba de una persona seria y honorable, que sabía guardar el orden e imponer la disciplina en el alumnado; el «señor Barahona» como generalmente lo llamábamos, además de sus actividades como «inspector»  ejercía otras funciones nacidas  de su propio conocimiento y  voluntad de servicio entre las que puedo recordar: Profesor de Educación Física,  Instructor de la banda de guerra,  Entrenador del equipo de basquet ball del colegio,  Director de las revistas de gimnasia dentro del programa de las «Fiestas Patronales»  Dirigía al alumnado y banda de guerra en las denominadas «Dianas» que por costumbre se realizaban muy en la mañana por las calles de la ciudad en la novena a la Madre Dolorosa, Patrona del establecimiento, Preparador del cachiporrero, abanderados,  gallardetes y alumnado del plantel, en los desfiles públicos realizados en la ciudad y la provincia,  con ocasión de conmemorar  diferentes efemérides.

Para la celebración de una fiesta cívica local,  llegó invitado a la ciudad el Dr. José María Velasco Ibarra, Presidente Constitucional de la República, en ese entonces, quien después de presenciar el desfile y otros actos protocolarios, atendiendo una invitación del señor rector Dr. Ernesto Flores, se hizo presente en nuestro colegio, pues había llegado a sus oídos que, el colegio Sánchez y Cifuentes de Ibarra, era el único «particular y gratuito» que había en el país. El Dr. Flores luego de las palabras de bienvenida, le agradeció por esta gentil deferencia y le dio a conocer los proyectos pendientes por cumplir  para los cuales eran necesarios  recursos monetarios; de su parte el Dr. Velasco Ibarra, entregó una asignación económica para la terminación de obras.

No podía dejar pasar estos recuerdos, sin mencionar la obligación que teníamos todos los alumnos de los sextos cursos de . los colegios masculinos de la localidad, según leyes de ese tiempo, de realizar la Instrucción «Pre Militar»  en el hoy, remodelado cuartel de la ciudad, actividad que se cumplía todos los sábados del año lectivo. Asistíamos con uniforme color «kaki» «cristina» en la cabeza y botines cafés. Luego llevando casco, fusil, cananas y otros implementos (proporcionados por militares del propio cuartel) al trote por las calles de la ciudad; un sábado nos llevaron hasta la  población de San Antonio, al trote y con «equipo» llegamos muy cansados pero sin protestar. Al finalizar el curso se extendía un certificado de haber cumplido y aprobado este mandato; documento necesario  con otros certificados, para matrícula e ingreso a las universidades.

Y así llegamos hasta el año 1961, la Curia Diocesana de Ibarra era dirigida por otras autoridades eclesiásticas, con nuevos propósitos y finalidades de servicio a la comunidad; se introdujeron algunos cambios  entre estos, se dio a conocer que se había formalizado la venida  de la comunidad de padres salesianos, para dirigir al colegio Sanchez y Cifuentes. Sorprendió la noticia al alumnado y al Comité de Padres de Familia, pues no se encontraba motivo alguno que justifique esta decisión.

Las labores educativas del colegio,  se desarrollaban con toda normalidad, con total confianza en la educación católica  impartida,  acompañadas por un clima de armonía y paz entre profesores y alumnos.

Todos estábamos consientes de las virtudes y preparación del profesorado, no se trataba se simples sacerdotes diocesanos, pues casi todos ellos habían estudiado y obtenido títulos de doctores en universidades y centros educativos de Europa en materias como : Literatura, Filosofía, Lógica, Etica entre otras; y con el tiempo, algunos de estos sacerdotes fueron promovidos a Obispos que honraron con su proceder diócesis de otras provincias de la patria. Vale la pena señalar que a ellos se sumaban también distinguidos maestros catedráticos del colegio Teodoro Gómez de la Torre, que ejercían la docencia en los dos planteles.

Después de reuniones inútiles entre autoridades religiosas y padres de familia del colegio, el alumnado no encontró otro camino que la declaración de «huelga general»- Los alumnos del sexto curso, dentro de los que se encontraba el suscrito, nos tomamos todas las instalaciones del plantel, quedándonos a pernoctar en el «salón de actos» así se llamaba en ese entonces.

En este asunto, nada tenía  que ver la comunidad de padres salesianos, la decisión ya había sido tomada, y para el nuevo año escolar, el colegio era regentado por los nuevos educadores.

Recuerdo el nombre de los sacerdotes Alberto Haro quien ocupó el rectorado del plantel, acompañado por los sacerdotes Rafael Espinosa y Jorge Ugalde capacitados educadores, a los que nos unieron siempre sentimientos de amistad y respeto.

En la otra época del colegio salesiano Sánchez y Cifuentes, poco podría aportar, pues esa, ya no la viví.

Por siempre Salesianos, para siempre Sánchez!